abril, 2015 | Geriatrico de la hoz

Acreditación de centros:
Nº 17 Sección 2ªicass - Nº39/C222


En Japón trabajan robots en residencias de ancianos

El envejecimiento de la población hace evidentemente que cada vez haya personas mas mayores y que por tanto se necesiten más profesionales para su cuidado. En países como Japón, tienen más de 2 millones de personas que se dedican a la atención geriátrica y estiman que para 2025, necesitarán 4 millones de personas. Y todos conocemos a los japonenes y cómo son. Por eso una de sus soluciones como no podría ser de otra forma es tecnológica. Están creando robots que puedan atender a personas mayores. Hasta e Gobierno da ayudas económicas a las empresas que se encargan de investigar este tipo de robots. Su intención es que estén acabados en 2016 y que cada uno cueste sobre los 1.000 dólares. ¿Qué tipo de tareas podrán realizar estos robots? Pues algunas como trasladar a la persona hasta el baño, ayudarle a caminar, o controlar que se tome sus medicinas a la hora y en las cantidades adecuadas. Los robots no sustituirán a los profesionales pero la intención es proporcionar más independencia, por ejemplo, a las personas con poca movilidad. Algunos de los primeros resultados de estos desarrollos por parte de las empresas pudimos verlos a finales de 2014 En una exhibición dell Ministerio de Economía de Japón enseñaron algunos de sus avances, como elCyberdyne Inc., un robot que ayuda a caminar a la gente con movilidad reducida. y que tendrá un precio de unos 1880 dólares. Además investigan otros para ayudar a las personas con demencia. El robot Paro tiene forma de bebé foca y tiene inteligencia artificial por lo que puede aprender cosas con la experiencia. Son robots que tienen también fines terapeúticos para el trtamiento de ciertas enfermedades. Aún así su uso se limitará a ciertas actividades ya que hace unos años cuando intentaron instaurar máquinas Tmsuk, unos robots guía, en los hospitales, los pacientes los rechazon ya que preferían la atención...
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La isla griega en la que hacerse mayor no es un problema

Cristina Kochila tiene tantas arrugas en la piel que sería difícil contarlas todas hasta para el más experto de los científicos. El pelo se le aclaró hace ya décadas. Es de un delicado blanco grisáceo, como el de las nubes que divisa desde su ventana mientras hace croché. Han traído lluvia en los últimos meses, y mucha: «este es el peor invierno que recuerdo», rememora, con voz queda pero segura. No lo dice cualquiera. Es el centésimo tercer invierno que otea desde su ventana. Nació en 1912 en un lugar muy especial: Icaria, la pequeña isla del mar Egeo griego donde los ancianos parecen haberse olvidado de morir. Es un lugar mágico, de tan solo 10.000 habitantes y a 50 kilómetros de Turquía, donde cada piedra despierta tradición. Allí cayó Icaro, según la mitología helena, cuando se le derritieron sus alas de cera, tras intentar alcanzar el sol volando. Quién sabe si dejó el secreto de la longevidad. Sus pobladores viven diez años más de media que los ciudadanos de Europa occidental y EEUU. Tienen dos veces y media más de posibilidades de llegar a los 90 años -alcanzan esa edad cerca de un tercio de sus habitantes- y en sus tierras hay proporcionalmente diez veces más parejas de hermanos nonagenarios que la media europea, según los expertos. No solo alcanzan más edad, sino que lo hacen en un mejor estado de salud. Quienes viven allí tienen, por ejemplo, un quinto de las posibilidades de desarrollar demencia senil o Alzheimer con respecto a los norteamericanos: «Nunca nos sentimos insatisfechos. Ejercitamos la mente, recordamos, pensamos…a mí me gusta leer y escribir por mí misma», explica Cristina, con la lucidez de una persona de mucha menos edad. Hace 103 años, cuando nació, la isla aún estaba bajo dominio del Imperio Otomano, por insólito que parezca. Pasó los duros aguaceros del invierno ya saliente tejiendo en su silla de plástico frente a la cristalera que protege su hogar de los fuertes, pero limpios, vientos del lugar. Ya fueron mencionados por Homero en la Ilíada. El efecto de Eolo aisló a la isla durante décadas. La larga distancia que separa a Icaria de la Grecia continental continúa suponiendo un obstáculo para la llegada de las más actuales vanguardias y estilos de vida. Recibe pocos turistas. Esa lejanía puede ser uno de los factores de la longevidad de sus gentes. Muchos ancianos continúan teniendo...
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Ciencia para derrotar a la vejez

Vivir más, pero a qué precio. Muchas personas se preguntan esto cuando ven las cifras de muertes anuales por cáncer, ocho millones, o el número de personas con demencia en el mundo, en torno a 47,5 millones. Parece que el ser humano está cada vez más enfermo. Pero la realidad es que nunca antes en la historia de la humanidad ha habido tantas personas centenarias y nunca antes llegar a los 60 significaba tener 20, 30 o 40 años por delante. Los avances sociales, médicos y culturales han permitido esto, por lo menos en un puñado de países privilegiados. Sin embargo, no es suficiente. Mantener la salud hasta el final de la vida es el principal objetivo de muchos grupos científicos y empresas tecnológicas, que ahora han girado su foco hacia el envejecimiento como la clave, una vez desentrañado su mecanismo, para luchar contra la mayoría de las enfermedades que asolan a la especie humana. Que una gran compañía como Google haya invertido cientos de millones de dólares en un centro de investigación llamado Calico cuyo objetivo es estudiar el envejecimiento, no es casualidad. Tampoco lo es que Craig Venter, uno de los responsables de la secuenciación del genoma humano en 2004, haya creado Human Longevity Inc (HLI) para, en palabras del cofundador de la empresa, Peter Diamandis, «que los 100 años sean los nuevos 60». Detrás de estas iniciativas, además de empresarios visionarios, están cientos de científicos que van a aportar su bagaje para desarrollar tratamientos y, claro está, negocio. Pero más allá de los conflictos éticos que puedan aparecer en relación con problemas como quién manejará información tan sensible como los datos genómicos y clínicos de miles de pacientes, lo cierto es que el interés despertado se basa en los avances que la ciencia ha realizado recientemente. A principios de los 90, pocos científicos estaban interesados en el envejecimiento. Entre ese puñado de entusiastas se encontraba Cynthia Kenyon, una bioquímica estadounidense quien descubrió que una mutación en un gen del gusano Caenorhabditis elegans le hacía duplicar su vida. Hallazgos como los de Kenyon, que ahora ha pasado a formar parte de la empresa Calico, animaron a muchos grupos a enredar en el laboratorio con ésta y otras especies animales, como el ratón. Empezaron a multiplicarse los resultados pero, en muchas ocasiones, eran contradictorios. El reto siguiente fue saber qué grado de conocimiento real hay sobre el envejecimiento, si...
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